31 dic 2012

Prácticas Patología Médica II.



Ayer, día 4 de Diciembre finalizó el período de mis prácticas de Patología Médica II. Me asignaron el rotatorio por la sección de Cardiología, y en concreto, la “Unidad de Dolor Torácico”. Francamente, creo que no puedo estar más contenta de que me tocara esa y no otra.

El primer día llegué como la típica alumna vergonzosa que no sabía  adónde ir. Me asignaron a mi tutor clínico y a partir de entonces y durante 3 semanas, sería su “perrillo faldero” que iría detrás de él a todos los sitios con el típico refrán de “Oír, ver y callar” grabado en la cabeza. Ahora os puedo decir, que todos los pensamientos que tenía sobre cómo iban a ser mis prácticas, dieron un giro de 180o.

-          ¿Hola, cómo te llamas?
-          Lucía. Me han asignado con usted para dar las prácticas de médica.
-          ¿Ah sí? Encantado. Y por cierto, trátame de “tú”.
-          Igualmente.

Esas fueron nuestras primeras palabras acompañadas de una sonrisa y la verdad, creo que en la vida nadie me había dado tan buena impresión, recorriendo por mi interior un presentimiento muy bueno sobre cómo sería mi estancia junto a él.

Desde el primer momento que comenzamos a recorrernos la planta del hospital para pasar por cada habitación, me transmitió confianza, seguridad y tranquilidad. No iba a ser esa clase de tutor que te estuviera poniendo un examen continuo y dejándote en evidencia a cada paso que dieras, y en el fondo, me alegro de ello. Aún así, el primer día me sentía retraída, sin saber cuál iba a ser concretamente mi función, por lo que me dediqué a escuchar y observar.

El segundo día me levanté con más ganas de ayudar a esa gente que lo necesita (a pesar del madrugón que conllevaba). Tras llegar al hospital y reunirme con él, me hizo colaborar desde el primer momento, involucrándome en cada historia, contándome cada enfermedad y el tratamiento más adecuado que se daría a cada caso. La confianza ya empezaba a brotar. Estando en consulta y viéndolo un tanto estresado, le ofrecí mi ayuda (aunque le dijera que yo no podía ayudarle en mucho…soy estudiante, recordad). Para mi sorpresa, me dijo que sí, que podía ayudarle en mucho. ¿Quieres pasar consulta tú sola y después voy y reviso si lo has hecho bien? ¡Buag! No sabéis la cara que se me puso en ese momento, pero imaginárosla: los ojos como platos, sin poder creérmelo. ¡Por supuesto! Pues allá fui. Era la primera vez en 4 años de carrera que mantenía personalmente (y sola) la entrevista con el paciente. El corazón se me iba a salir del pecho, pero había que poner todos los sentidos enfrente de la persona enferma y hacerla sentir bien sin demostrarle tu nerviosismo. Creo que no lo pude hacer mejor en mi primera vez, y para mi asombro, cuando acabé y lo llamé para que la “corrigiera”… ¡Ni la modificó! La dejó tal cual como la había hecho. Más orgullosa de mí misma no podía estar. Pues bien, esto fue solo el comienzo. He vuelto a pasar consultas muchas más veces y creo que cada vez mejor (ya sabéis, la experiencia hace mucho).

Pasan los días, aumenta el entusiasmo, la confianza, la seguridad… y le añadimos el comenzar a gastarnos bromas entre nosotros como si nos conociésemos de toda la vida. Si al trabajo le añadimos estar alegre, risueño y con optimismo, todo se hace más ameno.

-          ¿Cuáles han sido las cifras de azúcar de esta mañana?
-          133- respondo.
-          Ciento treinta y tréh. Tú no eres de Graná ¿verdad?
-          Ja, ja, ja. Para nada… ¿Tanto se me nota?

Cada vez me hace más confidente de los problemas que rodean a la sanidad, y sinceramente, me dejaba perpleja.  Creo que tan solo miró mi tarjeta de identificación “Estudiante de Medicina” el primer día, porque el resto de días para nada me trató como si lo fuera, me trató como un profesional más y sin intentar quedar por encima de mí en ningún momento (lo que dice mucho de una persona).

Podría seguir escribiendo mucho más sobre cada día, pero seguramente os aburriríais y no es mi intención. Quiero decir que estoy feliz por haber compartido todas esas horas de mi vida con esa gran persona, por sus confidencias, por sus bromas, por su optimismo ante la vida, por sus halagos hacia mí. Me ha hecho confiar más en mí misma, me ha enseñado muchísimo: me ha enseñado a tratar con los pacientes, a ser como se debe ser dentro de un Hospital.

-          Le voy a escribir una carta a tu madre para que sepa lo agradable, buena persona  y competente que ha sido su hija para que te haga muchos pucheros este puente. Muchas gracias por todo, has participado mucho y ha sido todo un placer tenerte aquí.

-          Placer el mío, seguiría viniendo pero otras prácticas me lo prohíben. Aún así, no te preocupes, que me pasaré para verte y hacerte más amena la estancia.

-          Si por favor (y hace pucheros como un niño pequeño).

Deberíais haberlo visto…Es todo un encanto en serio. Y tras dos besos de despedida, me marché.

¡Ah, se me olvidaba! En la unidad también había una enfermera, otra gran profesional y que me ha aportado y enseñado mucho también. Todo un conjunto de personas que hacen como debe su trabajo (a pesar de las dificultades que se presentan ahora en el ámbito de la sanidad) y con una sonrisa en la cara.

Espero volver a vivir esas experiencias tan buenas de nuevo. Simplemente, gracias.

Cuenta atrás.


Bueno, hoy es un día más del montón, de la rutina que me persigue día a día.
Ahora mismo no estoy estudiando (porque ya es hora de descansar) y me apetece escribir un poco…Y creo que hoy es un día especial. 

A partir de hoy comienza la cuenta atrás: 10, 9, 8, 7…y así sucesivamente hasta llegar al 0.
Comienza la cuenta atrás para llegar al día que tanto he estado esperando desde que comenzó todo; quizás este año no haya sido bueno del todo y de ahí toda mi ansia para llegar a ese día.

Pues sí, ese día es el día 30 de Junio. Ese día acabaré este “queridísimo” primer año universitario y podré volver a reunirme con la gente que verdaderamente en estos momentos necesito cerca de mí.

Ha n habido momentos realmente difíciles de llevar, no hace falta recordármelo a mí misma, momentos en los que he decidido tirar la toalla porque veía que todo era superior a mí y todos mis esfuerzos conllevaban a la nada…En esa nada he estado inmersa innumerables ocasiones, no veía ninguna salida a mi pensamiento y la unida definición que encontraba era: “Todo es una mierda…”. Y bueno, la verdad que algunos de esos momentos han estado equilibrados con otros momentos de risas que me han hecho pasar esa gente nueva que no existía en mi vida y que me orgullece tanto haberlas conocido (va por vosotras niñas).

Pero bueno, hoy estoy aquí quizás aburrida o quizás entreteniéndome de este modo, pero lo importante es que ya ha pasado todo ese tiempo y ahora queda un último empujón, un empujón de exactamente 10 días.

He sacado fuerzas de donde pensé que no las tenía, paciencia y constancia, y creo que todo eso me ha servido para encontrarme con  esa lucía que no había conocido hasta ahora, conocerla mejor tras haberla escuchado miles de veces y consolarla; saber que no siempre hay que darse por vencido, porque delante de ti hay una mínima recompensa que alcanzar aunque en determinados momentos estemos tan cegados que ni nos demos cuenta.

Mi recompensa no es nada material, es algo más que eso…Es volver a ver y tener después de un mes a esa gente a la que tanto quiero.

20 años.


Cuenta atrás acabada. Comenzamos con una nueva década, la década de los veinte.
Dejo atrás el numero uno que ayer me dejó sola en el camino, pero no me preocupo, porque estoy segura de que el número dos no se quedará corto.

Mis 19 años han sido especiales, no puedo tener queja la verdad. Como a todo el mundo, me han pasado cosas que nunca se olvidarán y que se quedarán en el recuerdo, eso sí, no volveré a repetirlas jamás. Aún recuerdo aquel 19 cumpleaños como si fuera ayer, y es verdad, qué rápido ha pasado este año. Lo que me llena de satisfacción es que la gente que me rodea no ha cambiado, y si lo ha hecho, ha sido para mejor. Amistades, miradas, gestos, palabras y susurros de diversas vidas totalmente opuestas que se cruzan en el camino, pero que coinciden en un mismo instante. Felicidad y agradecimiento, esas son las palabras que tengo hacia vosotros.

Aunque lo esté pintando todo muy bonito, no podía ser menos, esos 19 años han traído momentos incómodos, ácidos, complicados y algo tristes. Pero lo importante es que ya han pasado y me enorgullece saber que he podido afrontarlos de la mejor manera posible y alrededor de mi gente, apoyándome en todo momento (aunque de vez en cuando me encabezone en que estoy sola). Seguramente sigan habiendo más momentos amargos, pero espero llevarlos aún mejor.

Sorpresas y no sorpresas. Aunque celebres tu cumpleaños un día antes o quizás dos, lo tienes presente como si fuera ese mismo. Intentas aprovechar cada instante al máximo, sacarle la máxima partida y sin duda, con la mejor compañía que se pueda tener, y esa la tengo yo. Regalos que sorprenden y otros que no tanto (siempre sabes que algo va a caer seguro), pero a pesar de eso, las palabras de agradecimiento se quedan cortas.

Muchas veces me pongo a pensar que sería de mi vida sin esas personas, y la respuesta se queda en el intento. Posiblemente conocería a otras nuevas, pero no me importaría quedarme sola si las personas que conociera no son iguales a las que tengo ahora, es decir, sería imposible sustituirlos. Cada uno tiene algo que no se puede cambiar, un detalle, una palabra o simplemente con una mirada te entiendes y eso es lo que a cada uno los hace especial.  Supongo que el que lo lea se dará por aludido, asique no hace falta mencionar a nadie.

Hace muchos años conocí a una persona, he llegado a perder la cuenta de cuánto hace, pero me gustaría tenerla siempre hasta que algo o alguien me quite la vida, y espero que mi ilusión siga conmigo, y ella también. Simplemente me comprende, que no es poco.

La gente que me rodea sabe como soy, tendré defectos (y muchos) pero creo que en el fondo, me tienen cariño, igual que yo a ellos. A toda esa gente quiero agradecerle que me acompañen en el día a día, que sepan tratarme y que de vez en cuando me ajusten las cuarenta, que me lo merezco. Quiero saber que un trocito de vuestro corazón me pertenece, al igual que a vosotros os pertenece un trocito del mío.

Y la distancia a veces pesa demasiado. Nadie llegará a entenderlo si no lo ha vivido en sus propias carnes, pero la verdad es que en parte os lo recomiendo y en parte no. Aparecen en ti  sensaciones nuevas que nunca antes habías experimentado, que te hacen más mayor, más madura y más sensible. Momentos en los que necesitas tener cerca a gente y no la tienes, es un poco desagradable, aunque es cierto que cuando los ves, los pillas con más ganas, pero el mal trago no te lo ha quitado nadie.

Bueno, para ir acabando esto, os lo digo de nuevo, GRACIAS.
Ojalá esta nueva década abra nuevos caminos en mi vida, quizás con nuevas personas y con las ya presentes, con nuevos momentos buenos, malos y no tan malos, que me hagan mejor persona y si dios quiere, habré llegado a esa meta por la que siempre he soñado.
13 y 17, qué bien suenan: mis números de la suerte. Y tú 20, quiero que sea el siguiente.

3º Medicina.


Tercer curso finiquitado. Comenzó pareciendo algo imposible, duro, inalcanzable…y ahora lo considero como el reto mejor superado hasta entonces. Han sido momentos difíciles, despiadados, incómodos…que se denotan más cuando más decaída te encuentras y con menos fuerzas tienes dentro de ti. Pero te paras a pensar conscientemente y te das cuenta que estás en aquello que siempre has deseado, lo que tu vocación te ha susurrado siempre al oído.

Impulso, energía, resistencia, esfuerzo y sobre todo, mucha confianza en uno mismo. Sin confianza, no se llega a ningún lado. Momentos de angustia que hoy en día los convierto en satisfacción y felicidad.

Pero lo que más me importa en esos duros momentos, es el apoyo de la gente que me rodea, que sin duda, no la cambio por nada ni por nadie. Miradas, sonrisas, confidencias, “motes de biblioteca” y sobre todo, un poco de descaro, que sin eso, no somos nosotros mismos. Sin vosotros sinceramente, no sé si tendría el dominio para seguir con esto.

Despedidas por un lado que se convierten en encuentros por otro. Lágrimas de extraño por lágrimas de disfrutar de lo que viene.

Para el que dijo “El tercer año es el más difícil sin duda” no le quito lar razón, pero gracias a todos, se me ha hecho mucho más ameno. Hasta siempre 3º y a vosotros que me habéis acompañado en este curso y que lo haréis en los siguientes, a recargar energía para reencontrarnos con más entusiasmo dentro de unos meses.  

En una sola palabra: Medicina.


16.10.12

Hoy, mi último día con 20 años, quizás me haya realizado un poco más como persona: tan simple como estar tan solo 2 horas de prácticas en una planta de radiología. Ver a niños realmente enfermos que luchan por seguir adelante,a pesar de su corta e inocente edad.
Te ven joven y con esa bata blanca que tanto les impone. En un principio entran con miedo, aterrorizados por lo que esas personas les puedan hacer. Al cabo de unos minutos, cuando se dan cuenta de que nada ni nadie les va a hacer daño, investigan esas máquinas tan grandes, moviéndose y tratándolas como si fueran un juguete más.
Te miran con la mayor ilusión posible en sus ojos y mientras tanto, tu corazón se estremece y te entran ganas de llorar al ver esa gran fuerza de voluntad que están mostrando no compatible con su infancia. Pero tienes que seguir adelante, es lo que te va a esperar a partir de ahora, ver personas que sufren y luchan al máximo por lo que quieren.
En un principio será duro, y lo está siendo, pero llegará un momento en el que tendrás que inmunizarte ante todo y hacer lo que más deseas: ayudar a los demás en todo lo que fuera posible, con toda la humildad y profesionalidad...En una sola palabra: Medicina.

Autobús.


Si comparamos un simple autobús urbano con la vida, te pones a pensar, y la verdad se parecen tanto que hasta parece tonto imaginárselo.

La paradoja es la siguiente:

En un autobús se monta todo tipo de gente: neonatos, niños pequeños, adolescentes, gente cuarentona por así decirlo y ancianos entre otros.

Si no tienes nada que hacer mientras te recorres tu ciudad en autobús para llegar a tu destino, puedes pararte y entretenerte observando a cada persona; te encuentras sensaciones de todo tipo: rostros de tristeza, soledad, angustia, la felicidad imparable de los pequeños, la alegría y ganas de vivir de otros, la ignorancia o estupidez, o simplemente, el pasotismo.

Y sí, de todos esos sustantivos abstractos está la vida llena.

El incitarme a escribir este texto se me ocurrió viajando en un autobús, parece tonto, pero me motivó a hacerlo.

Si experimentas tristeza o soledad, puedes pasar el tiempo subiéndote en uno y mirando a tu alrededor, a la gente y a los paisajes. Puedes consolarte sabiendo que si observas puedes ver a gente que se encuentra en una situación quizás peor que la tuya.

Y en ocasiones, mas que nada por experiencia propia, te escabulles detrás de unas simples gafas de sol mientras sientes que una auténtica soledad se apodera de ti y simultáneamente se derraman unas cuantas lágrimas por tu cara, mientras ninguno de los pasajeros del autobús se cosca de lo que te ocurre.

Y de ese modo se encuentran miles de personas tanto en la vida misma como subidas en un mero autobús. Quizás vosotros lo experimentéis algún día si es que aún no lo habéis hecho.




De 0 a 100.


Pasar de 0 a 100 en milésimas de segundo, de blanco a negro, o lo que es lo mismo, estar en lo alto de la cima y sentirte ahora en territorio subterráneo. Sí, soy una persona de emociones fuertes ¿Y qué? He nacido así y no creo que nada ni nadie me haga cambiar. ¿Motivos? Inexplicables. Quizás sean cosas que estén dormidas en tu subconsciente y que de buenas a primeras despierten y tengan ganas de dar por saco y tú, como buena tonta, les haces caso.

En ocasiones me gusta y en otras no. Me gusta porque cuando estoy en lo alto de todo, nadie es capaz de achicarme. Me creo la dueña más absoluta de mi vida y la que puede hacer todo lo que se proponga. La que tiene el don de sacarle una sonrisa a cualquiera, de reír, de bailar y cantar por la calle, de hacer el tonto en cualquier lugar y siempre con ganas de disfrutar al máximo del momento.

No me gusta porque puedo llegar a ser la persona más solitaria que exista y que se aísle tanto dentro de sí misma que no quiere que nadie más se involucre. Necesidad de estar aislada y pensar en todo aquello que te pueda incomodar, que te haga ser insegura, de las dificultades que se te han puesto por delante del camino y crearte esa armadura a la cual nadie puede acceder. Lo reconozco y no tengo miedo a ello.

Personas que te hablan e intentan darte una palabra de esperanza o de alivio, de ánimo…y tú lo agradeces, pero aún así nada tiene valor. Lo único que te sienta bien en esos momentos es llorar, desahogarte escondida en el baño o como en este caso estoy haciendo, intentar plasmar en este Word todo lo que se me pase de cabeza.

Y en estos momentos es cuando empiezas a extrañar a personas...personas que siguen en tu vida pero lejos de ti y otras personas, que por el contrario, se fueron hace tiempo. Estar alejada de tu familia es algo muy difícil, o al menos, para mí. Ahora es cuando me apetecería estar al lado de mi madre, en la cocina, aunque solo sea mirándola y viendo lo que está preparando de cena, que me cuente lo que ha hecho hoy y lo que no, que me pregunte como me van los estudios…o simplemente, que me diga “Abrígate que hace frío”. Son palabras que por muy repetitivas que sean, nunca me cansaré de escucharlas porque el día que no lo haga, me preocuparé.

Probablemente para dentro de un rato o para mañana, ya se me haya pasado este momento de “bajón”, pero sin estos momentos, no sería yo. No tengo ganas de poner buena cara ni de disimular.