31 dic 2012

Autobús.


Si comparamos un simple autobús urbano con la vida, te pones a pensar, y la verdad se parecen tanto que hasta parece tonto imaginárselo.

La paradoja es la siguiente:

En un autobús se monta todo tipo de gente: neonatos, niños pequeños, adolescentes, gente cuarentona por así decirlo y ancianos entre otros.

Si no tienes nada que hacer mientras te recorres tu ciudad en autobús para llegar a tu destino, puedes pararte y entretenerte observando a cada persona; te encuentras sensaciones de todo tipo: rostros de tristeza, soledad, angustia, la felicidad imparable de los pequeños, la alegría y ganas de vivir de otros, la ignorancia o estupidez, o simplemente, el pasotismo.

Y sí, de todos esos sustantivos abstractos está la vida llena.

El incitarme a escribir este texto se me ocurrió viajando en un autobús, parece tonto, pero me motivó a hacerlo.

Si experimentas tristeza o soledad, puedes pasar el tiempo subiéndote en uno y mirando a tu alrededor, a la gente y a los paisajes. Puedes consolarte sabiendo que si observas puedes ver a gente que se encuentra en una situación quizás peor que la tuya.

Y en ocasiones, mas que nada por experiencia propia, te escabulles detrás de unas simples gafas de sol mientras sientes que una auténtica soledad se apodera de ti y simultáneamente se derraman unas cuantas lágrimas por tu cara, mientras ninguno de los pasajeros del autobús se cosca de lo que te ocurre.

Y de ese modo se encuentran miles de personas tanto en la vida misma como subidas en un mero autobús. Quizás vosotros lo experimentéis algún día si es que aún no lo habéis hecho.




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