11 may 2013

Oncología Pediátrica.

Puedo describir estos cinco días que he tenido de prácticas en la planta de oncología infantil con una sola palabra: Apoyo.

Ver como las familias van allí a intentar que le hagas más fácil y amena la vida de lo que más quieren, para que disfruten todo lo posible y más de su etapa infantil a la que todos nos gustaría volver. El poder de protección para que nada más le suceda a sus hijos.

Niños inocentes, inofensivos y con una sonrisa que en ocasiones, se les borra por culpa del peso que tienen a sus espaldas. Mirarlos y darte cuenta de que en su mirada lo que realmente abunda es la tristeza, desesperanza y apatía por todo lo que les rodea, porque si nos paramos a pensar, realmente no se merecen lo que tienen siendo tan pequeños. Que te miren e intentar hacerles burlas y mofas para que se rían, porque por lo menos, sabes que en ese momento no pensarán en nada más que en concentrar su risa y mirada en tí.

Lo más gratificante que he podido sentir en es verlos sonreír a pesar de la desconocida gravedad y del pésimo pronóstico que tenga su enfermedad.

Estos días me han servido para darme cuenta realmente de las cosas importantes de la vida, quitarle importancia a aquellos asuntos que realmente no la merecen y pensar que, siempre hay gente en un estado mucho peor que el de uno mismo y en el que ponen toda su fuerza y empeño para salir adelante.

Muchas veces me he preguntado lo que se les pasará a esos padres por la cabeza y que sería una gran clase magistral para alguno de nosotros.

El ambiente no ha podido ser mejor. Me han caído genial todos médicos y enfermeras del servicio y de su perfecta e inmejorable labor tanto como personas como profesionales. Ellos también hacen de esta cuesta, una posible meseta.